El Carmen_Escribe "Sobre la pena de muerte"

Sorprende todavía que, casi en la segunda década del siglo XXI, persista el debate sobre la vigencia de la pena de muerte . Es una triste realidad que se mantiene en países muy desarrollados económicamente, como Estados Unidos o China. Y, por desgracia, forma parte de la vida cotidiana de otros, en los que la pobreza o el fanatismo religioso no dejan ver su radical injusticia. 
Los alumnos de 4.º A de ESO han reflexionado sobre este tema y han escrito unos microrrelatos en los han plasmado este castigo tan cruel desde distintas perspectivas. Todos tenían que empezar con el mismo pie forzado. He aquí algunas muestras:


   "Mi pena de muerte"

Creí hasta el final que la sentencia de muerte no se aplicaría, pero no fue así. Pasaba todo mi tiempo entonando melodías tristes que relataban la historia de mi vida hasta aquel fatídico día en el que cometí el crimen, mi más grave error. De esta manera ponía en orden mi mente y disfrutaba de la soledad que me brindaba aquella minúscula celda durante mi cuenta atrás. También me recordaba a mí mismo, que nada me sacaría de allí, salvo mi propia e inexorable muerte. 
(Andrea Lax Jiménez)

                           
  "La lágrima de un asesino"

Creí hasta el final que la sentencia de muerte no se aplicaría, pero no fue así. Observé por última vez el trayecto que recorría una de sus lágrimas. Esta caía por su mejilla, llegando hasta su boca, dejando al descubierto su hermoso y querido rostro. Sí, el de un asesino, pero también el de mi hijo. Segundos más tarde, miré sus ojos azules. Poco a poco, se enrojecían debido a su propio llanto, y continué siguiendo con mi mirada el trayecto de esa lágrima. 
Aquella única lágrima, como si de un riachuelo se tratase, se deslizaba muda por su cuello, tan lentamente que, por un momento, tuve esperanzas, y pensé que se pararía el tiempo, que aquella tragedia no sucedería nunca. 
Cerré los ojos al darme cuenta de que no era una idea posible y, cuando los volví a abrir, aquella insignificante gota tocó el suelo, metamorfoseada en sangre. 
(Ángela Molina Armiñana)



Francisco de Asís González Ortega. 

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